Facultad de Letras de San Marcos: la batalla entre la resignación y la esperanza
Durante más de dos horas, Carlos García-Bedoya y Antonio González Montes debatieron el 12 de julio ante decenas de profesores, estudiantes y trabajadores. García-Bedoya propuso que Letras recupere su liderazgo en la producción de conocimientos humanísticos e interdisciplinarios dentro y fuera de San Marcos, y que el posgrado privilegie la investigación y cuente con alumnos becados. González Montes defendió la gestión de doce años continuos de Patio de Letras, criticó al nuevo estatuto por sus disposiciones respecto de los docentes mayores de 70 años, y, finalmente, con una audacia desconcertante sostuvo que Letras no requiere de grandes cambios.
Desde sus primeras intervenciones, la diferencia asomó y la brecha fue creciendo en las sucesivas y no siempre alternadas (cortesía de una bisoña organización de los alumnos) intervenciones de los candidatos. Mientras González Montes nos contaba de sus éxitos administrativos en la Universidad San Martín de Porres y cómo había desempeñado responsabilidades por la generosidad de sus colegas; García-Bedoya enarboló los principios de diálogo, transparencia y meritocracia, como ejes de su plan de gobierno para gestionar una Facultad que posee un valioso acervo humano, pero carece desde hace mucho de liderazgo y rumbo firme.
Aunque en el debate González Montes plays the ethnic card; sin duda, él posee credenciales democráticas, un carácter amable y es un docente con investigaciones valiosas. Sin embargo, la Facultad de Letras se encuentra en una encrucijada y debe aprovechar las oportunidades y desafíos que el nuevo sistema legal universitario y el mundo académico global exigen. Un candidato que representa la resignación y el statu quo no puede asumir dicha tarea.
Carlos García-Bedoya fue el maestro clave de mi generación, con él aprendimos el arte de la crítica y a pensar problemas literarios y culturales latinoamericanos. Además, su dedicación integral a San Marcos constituye un ejemplo de compromiso y un desafío moral para todos los docentes. Su trayectoria académica es verdaderamente internacional y eso, no tiene nada que ver con viajes ni millas, mi querido Antonio.
La Facultad de Letras posee un rico capital simbólico y necesita un decano a la altura de esa tradición, capaz de dirigir esta comunidad plural hacia nuevos rumbos. La esperanza, en términos de Bloch, lo todavía-no-llegado-a-ser constituye el devenir inexplorado por el que apuesta abiertamente el colectivo docente Letras Sí. En la otra orilla, la resignación al ser de las cosas, a la mera sobrevivencia entre la medianía y la monotonía. Usted elija, estimado sanmarquino.